jueves, 29 de marzo de 2012

Miedo al miedo

Mucho pinche miedo se huele en la ciudad. Pánico, al parecer. Y es que es hora de botar o votar; cada quien hace lo que puede.  Hora de elegir lo de siempre, ya que el miedo domina a la gente. Votar por el cabrón que en 70 + 3 años no hizo demasiado; bueno sólo podemos responsabilizarlo por sus tres años de gestión municipal: Ciclovías, no; transporte masivo (tren eléctrico, tranvía, calandrias) no; mejorar la seguridad del municipio, no; hacer algo distinto al pavimento, no.

Y tenemos a los azules que ya demostraron que lo suyo, lo suyo, no es servir públicamente. Ah y perdón, casi me olvido de la “izquierda” amarillenta, desteñida por el sol. Una izquierda que impone a un derechista como su candidato. Benditos hacedores de teatros y auditorios.
Miedo al cambio ¿por qué? Digamos que si mi marca de cigarros empieza a joderme la garganta la cambio, y ya. O si tu desodorante no te quita la peste, al carajo, y ya. Y es que no inteligente gastar en algo que no funciona.  ¿Por qué gastar y desgastarnos con gobiernos ladinos?  Pero la ciudad sigue entre ciega y muda; miedosa  muchas veces. Carajo, este miedo al miedo nos va a matar.

Edwin Casillas

domingo, 11 de marzo de 2012

La bala nuestra de cada día



Ya nada es noticia, nada sorprende. Estamos acostumbrándonos a vivir en la puertita del infierno.  Esquivamos la bala nuestra de cada día, encendemos un cigarrillo en los restos humeantes de un autobús urbano y no nos provoca nada el ver la degradación social. Se me empañan los cristales de mis anteojos mitad por el vaho, mitad por la indiferencia que me rodea. No es buen momento para hacer de la quema de autobuses una festividad nacional más; ya tenemos muchos cierres de calles por marchas, choques, borrachines, etc.
Parece que el tiempo se agota en mi ciudad, parece que es mejor simplemente mirar como el humo del cigarrillo se estrella contra el cristal de la ventana, y es así la ventana una protección simple e inútil contra las torres de humo que no sólo se crean desde lo quemado, sino también desde el olvido de la gente, que ya no ve porque no quiere, porque se olvidó cómo.


Edwin Casillas


miércoles, 7 de marzo de 2012

Una mañana entre un Congreso gris rata y ciudadanos ciegos



Se llena el cenicero y no sólo de mis bachichas. El periódico trata de joderme el buen gusto del café. Un congreso estatal que se acabó el dinero (nunca propio), dinero extraído de impuestos válidos y estúpidos. ¿Cuántos pesos le regale a esos ladrones por cada cajetilla de cigarros? En países donde el cinismo no ha llegado a ser emblema nacional (y la ceguera) podríamos pedir cuentas, podríamos mandar a la cárcel a muchos y, en su defecto, ejecutar a bachichazos a tantos otros. El periódico va cumpliendo su labor, un desagradable sabor me llena la boca.
Vaya, el alcalde zapopano, conocido por nada útil. Dice que sus promesas valen un cacahuate: tranvía, siempre no. Y que la gente siga sufriendo de un transporte de quinto mundo, en un país que a veces parece nada más de cuarto. Y es qué, el señor Vielma debe creer que el Mercedes urbano y atropellador que utilizan los ciudadanos de a pie es tan cómodo  como su personal y blindado vehículo  (¿Mercedes también?).
La ciudad es mezquina, fatal. La ciudadanía es ciega, olvidadiza, permisiva, oxidada. El café a pesar de todo no fue vencido, un buen sabor de boca acompaña al trago y al humo. Será que a veces me da por pensar que vienen tiempos mejores ¿será que en mañanas así, soy un iluso?


Edwin Casillas

jueves, 1 de marzo de 2012

EL regreso de Bachicha



Que el diccionario detenga las balas
Me encontraba perdido en los paradisiacos horizontes de una lectura; fundiendo mi jodida esencia con la del tabaco. Ciudad Bachicha parecía estar en calma. Lamentablemente, el horror (dicho al estilo de Marlon Brando en Apocalipsis Now) estremeció mi mala conciencia. Resulta que criticar lo criticable es pecado, resulta que ser alcalde de una capital oxidada de un estado oxidado, te hace sentirte Dios. Resulta que un candidato a la gubernatura mueve los engranes de la represión para darle tremenda joda a quienes osan levantar la voz en contra de su engominada persona. Resulta que después de tanto descansar es momento de volver a la vida. Hoy es día de probar que tan cierto es eso de que la pluma es más peligrosa que la espada, en este caso, que los toletes. Ciudad Bachicha no merece morir en tan malas manos. Es momento de abrir la boca porque puedo, aunque a Aristóteles le parezca raro. Harto de estar harto me pongo el sombrero, cigarrillos al bolsillo izquierdo (lo importante suele ir de ese lado); la pluma va firme entre los dedos. Momento de combatir a tan cínico enemigo. 
(Para que se entienda mi encabronamiento favor de leer el siguiente link).

Atte. Arturo Bachicha (Edwin).