La Ciudad Bachicha no está muerta, al parecer. Casi un año
dormida. Como todos, me sobran los pretextos: escribía en otros espacios ahora
muertos (en paz descanse GDL sin nombres); leía vorazmente los clásicos de la
literatura ruso (en realidad no); el trabajo apabullaba mis tiempos libres y
neuronas (ni tanto); el beisbol me tenía al borde del asiento con la pluma sacándome
los mocos (un poco, sí). Lo importante es que a pesar de los pretextos, Ciudad
Bachicha vuelve a vivir. Casi un año de silencio absoluto. Silencio dedicado políticamente
a los muertos del sexenio y más importante, a mi pereza literaria.
Después de quitarme las pulgas y polvos del olvido, podemos
poner manos a la obra: a lo que te traje, chencha.
Ha pasado también casi un año del último viaje Bachicha. El
EdwinitoSurTour 2014 (muy al sur). En los meses de sedentarismo me dio por
pensar y repensar en algún destino posible para posar los pies. La emoción de
lo desconocido de apoderaba de la mente y el ensueño. Usted ya sabe: Cuba antes
de que se muera Fidel (por fortuna me sigue dando tiempo); Paraguay, ese
lugarcito al centro del sur que me da cosquillas por desconocido; la clásica
Nicaragua, para decir que no hay quinta visita mala. No, ninguno de esos
destinos terminó por convencer los tenis de Bachicha. Pero surgió algo más
interesante en la mentecilla perturbada por la cafeína y la nicotina. Carajo,
la sangre llama. Volver a ese rinconcito montañoso donde pasé la mayor parte de
mis vacaciones cuando niño-adolescente y ahí nomás. Así es, ya hacía tiempo que
en el cerebro sonaba en ecos sordos el nombre de la ciudad más feliz de la
tierra (según los Simpson) TIJUANA.
Me interesa volver a lo olvidado. Mejor aún, renovar lo que
no se olvida. Volver también a la familia septentrional. Hacer honor al segundo
apellido que me cargo ¿Seguirá empedrada la calle que subía a la casa de los
abuelos? ¿El árbol que daba a la ventana de la cocina vive? ¿Podré volver a atentar
contra la integridad de las pertenencias de los vecinos con ayuda de un primo? Volver a la
infancia y olfatear los recuerdos me suena bien. Descomponer la brújula un
ratito para que no se entere de que me hacía falta norte después de tanto sur.
Total, si al copiloto no se le olvida tomarse sus píldoras antidepresivas
y la da por besar la rumorosa de la mano de todos los pasajeros, se viene
el EdwinitoTour 2015.
Edwin Casillas Domínguez
Edwin Casillas Domínguez