Tribulaciones de un invierno caluroso en el tercer mundo
La famosa hora en blanco se planta frente a mí. Sé lo que
debo escribir; conozco el tema y sus detalles. Yo soy el creador de esos
personajes. Estoy listo para llenar de letras incendiarias mi hoja en blanco, electrónica
y persuasiva. La frase de inicio debe ser genial. Será un chingadazo en la nariz
del lector, algo así como: “Ey, despierta. Ya es de día”, ok, eso no. Mejor algo
que suene fuerte y resuene profundo en los pensamientos del lector, sí, eso es:
“El hombre abrió la boca solo para decirle al espejo, estoy harto de ti, pinche
puto”. Ok, algo no andan bien. La hoja sigue en blanco, la mente en gris, el
cenicero tapizándose y el whisky no es eterno ni infalible. Es momento de
mandar todo a la mierda. Reír hipócritamente, las tribulaciones han vencido al
autor.