viernes, 6 de abril de 2012

París con aguacero (Diario II)



Después de una noche de dormir intensamente. Recapitular que el primer mundo no está tan lejos de mi segundo o tercero. El inconveniente de huelgueros franceses derivó en un estado poético, arribo a la Gare de Austerlitz (sabiniano el asunto). Cigarro previo me subo al metro de París, menos moderno que el de Madrid. Calles plagadas de bachichas, la cosa pinta bien. Merecida ducha llegando al hotel, y sí, París está nublado y con frío. Mi primer contacto con el río Sena, me acuerdo de Jean Valjean en los Miserables. Me acuerdo de mil películas y canciones. Pasé por la plaza de la Bastilla, mucha pinche historia en este lugar. Y zaz, ahí está, la catedral de Notre Dame. Más recuerdos literarios, no soy de iglesias pero había que entrar, al fin que es gratis. Es algo así como el Expiatorio pero con 850 años de antigüedad y mucho más dinero en su construcción. No habrá jorobados, pero hay curas. No habrá milagros, pero hay retablos y vitrales intensos. 2 euros por prendes una velita (36 pesos). Y salgo de la iglesia y ahí sigue, el río Sena, aquí y en todos lados. Los cafecitos parisinos me hacen sonreír de vez en vez, los quioscos de periódicos y postales me blindan el paso. Fumo otro cigarrillo, ahora sobre un puente de tantos que evaden el río. Y como en las fotos que había visto están las tiendas de flores que llenan calles enteras, estético paisaje. Eso sí, parece ser que mucho parisino o extranjero tienen por costumbre vaciar la vejiga en algunos puntos alrededor del Sena, el olor me lo dice claramente. Mucho puto primer mundo, pero aquí también hay pobretones pidiendo limosna, pero claro, limosna en euro. La caminata sigue hasta la explanada del museo de Louvre, no es momento de entrar, pero ya veo que es grande. Y me quedo un rato sentado observando las pirámides de cristal. A lo lejos ya puedo ver la torre Eiffel. Caminata y descanso nicotinomano en el jardín de las Tullerias. Y a darle a Champs Elysées, los campos elíseos. Y de fondo: el arco del triunfo. Tiendas de diseñador a cada lado, tiendas de automóviles que parecen museos.  Comer, me dice mi estómago. Y las crepas saben más ricas acá. Con el estómago atarantado sigue el camino. Ahora a dormir un rato, un ratito nada más.
Se me hace de noche, pero aun alcanzó la torre Eiffel con luz, que puedo decir de esa cosa, ya todo se dijo, igual está chingón el monumento. Caminando pega más el frío nocturno mientras cruzo el Champ de Mars, la torre a mis espaldas. Un marroquí o algo parecido me vende torre en miniatura par mi escritorio, se verá lindo junto a mi calavera y gato de barro negro de Oaxaca. Los vendedores aparentemente son traídos desde África en su totalidad ya sean africanos del norte (blanquecinos-cafesosos) o del áfrica negra (algo así como morados).  Durante la tarde cayó un aguacero en París, más poético el asunto. El día se termina con el paseo en metro, dirección Hotel Richard. Y escribo esto con Antonio Aguilar de fondo y acordándome de los amigos.

Edwin Casillas. 

1 comentario:

  1. Aunque solo conozco en vista aerea y el Charles de Gaulle ( justo cuando se cayó una sección) me transporté a esas calles no se lee muy diferente de Ginebra y sus habitantes los simpáticos Ginebrios

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