lunes, 9 de abril de 2012

¿Quién tiene la kriptonita? (Diario V)



Ya saben, llegué a Madrid. Bueno, que llegué demasiado temprano según el anciano hostalero (de Europa del este). Total que no había habitación disponible ni lugar dentro de los sofás del hostal (hasta las 12 del mediodía siendo apenas las 7). A darle desde temprano. Primero un buen chocolate madrileño (no tan bueno como el oaxaqueño), espeso y calientito, cosa buena para la puta temperatura de la ciudad. Después, a comprar una bufanda a precios inigualables, varios euros. Ahora sí, con cierta preparación contra el clima madrileño, a caminar la ciudad. Hay algo, y no sé qué es, que me parece más ordenado que en París. Monumentos históricos: el palacio real, la catedral de la Almudena, la plaza mayor. Ya para cuando podía hacer uso de la habitación las piernas y espalda urgían por descanso. A dormir un par de horas; esto de viajar sin mezcal de por medio hace la vida más difícil. Pero cuando todo era sombrío y triste apareció ante mis ojos El Museo del Jamón, bar de tapas, donde por un euro te tomas una cañita con unas lonjas de chorizo gachupín y por otro te sirven una bocata (lonchecito) de jamón serrano, ibérico, chorizo etc. La onda en realidad. Tocó ir por la tarde al Jardín del Buen Retiro, donde los reyes, sus gachupinas majestades pasaban temporadas de descanso por aquello de que no se fueran a morir del esfuerzo de controlar el imperio, ya ven que los del otro lado del charco somos muy desmadrosos. Ya vaya que el jardín este me gustó más que las Tullerías de París. Más verde, igual de nublado y frío. 
Después de tanto darle cultura a los zapatos con la caminata, seguía darle cultura al cerebro en el Museo del Prado; mucho más pequeño que Louvre, mucha gente pero no tanta. Gente que parecía menos turista que en París, ya sabes, aquí si te podías detener a apreciar las pinturas y esculturas. Aparte me sentí más emocionado acá, será que la literatura me acercó más a los artistas del Prado que a los de Louvre. Total, cuando observé el Jardín de las Delicias de “El Bosco” me quedé en santo shock, carajo, esto es arte. Así me pasó con las obras de Goya y Velázquez, principalmente con el segundo, es que ver la Maja Desnuda en vivo te da la posibilidad de simplemente, sonreír.  Ah claro, me que me acordé de los buenos amigos al ver “Los Borrachos” de Velázquez, seguro en estos momentos están pagando una cruda o en medio de una convivencia puramente alcohólica. Un abrazo a los ebrios tapatíos.
Después de la cultura se viene un reencuentro latinoamericano: me encuentro con Paola Andrea, la colombiana que me dio hogar en Bogotá. Total hora de intercambios culturales y gastronómicos, yo le doy una bolsa de miguelitos y a cambio recibo un kilogramo de café colombiano, a huevo. La noche va de charla en charla, acompañados de Karla Huerta y Álvaro (consorte de Paola) vamos de los recuerdos a las novedades y hablando de futuro casi hasta la lectura de mano. El tercer bar en el barrio La Latina, resulto ser un garito literalmente underground, bajamos al sótano de un bar normalito para terminar en una puerta oscura donde te pedían santo y seña; el mesero pregunta “¿quién tiene la kriptonita?” a los que tenemos que contestar “La piel se le irrita”. Lindo lugar en tan buenas compañías, me sentía como si en la superficie estuvieran bombardeando los cazas alemanes o algo así. Después de un whisky de 200 pesos es hora de volver al hotel, orinar las calles de Madrid para celebrar la peda europea. Un abrazo a Paola y Álvaro. Madrid tiene buena cara.

Edwin Casillas

1 comentario:

  1. No, no, no señor director no se equivoque SOCIALIZAMOS, no bebemos, somos SOCIALES no ebrios, bueno eso es lo que dice mi editor

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